Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.
Julio Cortázar


21.6.12

Happiness is a warm gun


                                                                       You always seemed so sure
                                                                       That one day we’d be fighting
                                                                       In a suburban war
                                                                       Your part of town against mine
                                                                       ARCADE FIRE


¡Tenemos que irnos, largarnos ya de este barrio!, me gritabas, mientras yo veía como temblaban tus manos y no podías dejar quietas las piernas. Yo en el fondo te entendía. Estuve ahí cuando ambos bandos decidieron armarse hasta los dientes, listos para la bronca. No sabíamos muy bien lo que motivaba a un montón de niños ricos a querer matarse entre sí, pero estábamos seguros que no queríamos participar.

***

Somos nihilistas, dijimos, cuando vinieron a ofrecernos armas. Supongo que creíste que no había por qué ser descortés y tomaste una pequeña, una por bando (siempre tan discreta). De algo nos servirán, me dijiste esa noche mientras apuntabas a tus vecinos desde la ventana. Una pistola en cada mano. Bang, bang, bang. Saluda a El Llanero Solitario, dijiste, mientras me apuntabas, usando nada más que una sábana como capa. Empezaba tu juego y yo corría, rogándote que dejaras eso, que guardaras la pistola, que se te va a salir un tiro, que pares te digo… Pero no había caso. El Llanero Solitario solo escucha al Llanero Solitario. Y ahí seguías, corriendo detrás de mí, a caballo. Ha-io Silver. No parabas hasta que comenzaban mis ahogos y yo tenía que sacar el inhalador mientras permanecía echado, jadeando en medio de la habitación, maldiciéndote y pidiéndole al Llanero que acabe con todo de una buena vez. Say your last words, forastero. Your luck is over. Y yo cerraba los ojos, apretando los dientes, sabiéndote siempre dispuesta a llevar las cosas hasta el final. ¿Pero cuál era el final para ti…? ¿Está bien dicho your luck is over…? ¿Cómo te verás desnuda…? 

***

— ¡Ya! Agarra tus cosas y vámonos. ¿Es que no escuchas la señal? — 
Y no, la verdad es que no escuchaba nada. Ni a los pájaros (los chiquillos de la casa de enfrente se encargaron de matarlos a todos con sus escopetas). 

***

Las llaves del auto de tu madre y arrancamos. Ya cuando nos dimos cuenta estábamos lejos o por lo menos la certeza de nunca haber estado allí aumentaba la sensación de lejanía. ¿Es que realmente estábamos tan lejos de casa? De repente esta preocupación estaba comiéndome la cabeza. Es que había que verme, perdido en quién sabe dónde, con una chiquilla de 16 años a la que a veces le da por convertirse en El Llanero Solitario, que acaba de robar el auto de su madre para escapar de una guerra que estaba a punto de empezar en nuestro barrio y que guarda una pistola debajo de su falda y una en la guantera. Afuera del auto, desierto. Rojo. Rojísimo. Como para echarse a morir y sumar otro par de calaveras al paisaje. Justo ahí, al lado de ese cactus. Y un sol que pareciera devorarlo todo, salvo a nosotros, dentro del auto, con el acondicionador de aire al máximo. 

***

En la radio solo suena una banda que nos gusta a ambos, ninguna noticia de nuestro barrio. Esperábamos. Aburridísimos. Al parecer los muchachos se arrepintieron o simplemente la matanza no es noticia. Pero no tenía sentido. Había que descartar lo último. Niños ricos matándose siempre son noticia. Mientras tanto nosotros en este desierto. Rojo. Rojísimo. 



She's Leaving Home


                                                              She     (What did we do that was wrong)
                                                              is having    (We did’nt know it was wrong)
                                                              fun    (Fun is the one thing that money can’t buy)
                                                              Something inside that was always denied 
                                                              For so many years
                                                              THE BEATLES


        Lucy tiembla. Juan puede sentir sus pies helados por debajo de la sábana. La ciudad amaneció fría y ya no están los edredones gruesos que ella tenía en casa de sus padres, sin embargo mantiene la costumbre de acostarse desnuda. Huir de casa la había llevado a una vida de carencias. Entre los escasos bienes que poseían destacaba un pequeño televisor a blanco y negro, unos cuantos libros y un tocadiscos en el que lo único que sonaba era el Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band que ella sacó el día de la huida.

        Juan había empezado a trabajar hace una semana y pasaba fuera la mayor parte del día. La idea era lograr que Lucy tuviera una vida tranquila, sin preocupaciones económicas, aunque le inquietaba que pasara tanto tiempo sola. Desde que se instalaron en el nuevo departamento ella no lograba dormir sino hasta un poco antes de que salga el sol y su jornada no empezaba sino hasta después del mediodía, cuando se levantaba para buscar algo de comer para después poner a sonar el LP de Los Beatles una y otra vez hasta que Juan llegara. Una vez en casa comían lo que él traía, ella lloraba un poco, él trataba de consolarla, hacían el amor y quedaban echados en el viejo colchón conversando hasta que él se quedaba dormido.

        Los desvelos de Lucy se volvieron parte de su rutina como pareja sin llegar a causar mayor molestia en ninguno. A veces Juan se levantaba en la madrugada para buscar algo de agua y la encontraba viendo viejas películas mexicanas cuya programación comenzaba a las 2 am y no paraba hasta las 6 am, hora del noticiero. Cuatro horas seguidas de hombres a caballo, con sombreros de cowboy o de charro mexicano, quienes no parecían saber otra cosa que disparar, interrumpiéndose solo para cachetear a una que otra mujer para luego besarla. Al principio se le hacían insoportables pero poco a poco la fue pasando mejor con ellas, al punto de pedirle a Juan que se dejara el bigote.

  Las cosas andaban relativamente bien para la pareja. Juan pasaba cada vez menos en casa pero ganaba mucho mejor, lo que permitía ofrecerle a Lucy mayores comodidades. Ella había comenzado a salir más del departamento.

        Con el dinero que Juan le dejaba, compró algunos LPs de rancheras junto con un sombrero de charro y un poster de Pedro Armendariz para decorar un poco la habitación. Entre las cosas que trajo ese día estaba una pequeña caja de metal muy elegante, del tamaño de un libro, cuyo contenido ella no quiso mostrar. Él supuso que se trataba de algún pequeño capricho que ella se habría dado, recordando sus días de chiquilla consentida.

        Para recompensarla por tanto abandono, una noche la llevó a la Cinemateca  a ver una de sus películas, ahora en pantalla grande. Mexicanos disparándose, un gringo bartender, una prostituta y tequila, mucho tequila. A Juan le pareció un bodrio pero Lucy salió muy excitada de la función. Al regresar al departamento hicieron el amor hasta quedar agotados, o por lo menos hasta que Juan no pudo más y se echó a dormir, Lucy parecía capaz de seguir toda la noche pero prendió su televisor y lo dejó descansar. Pasaban una con María Felix.

        Cuando se levantó para ir a trabajar, Juan encontró el televisor prendido con alguna escena de tiroteo, pero faltaba Lucy. En su lugar encontró la cajita de metal abierta con nada más que un pañuelo rojo. Se levantó a buscarla y no encontró ni a ella ni al sombrero de charro que colgaba en una de las paredes del cuarto. Sonaba un disco de rancheras que había destronado al maltratado LP de Los Beatles. Mientras buscaba alguna nota se fijó en el televisor y se llevó una sorpresa. La escena del tiroteo tenía como protagonista a Lucy que, con sombrero de charro y una hermosa pistola de plata, huía de un banco del centro, disparando contra los policías que la perseguían en sus patrullas. La muerte de Lucy a cargo de un grupo de policías anunciaba el final de la película, mientras Juan, sentado sobre el colchón, espera el cartelito de “FIN”.